Cuando sientes que la realidad te golpea como el viento, con el viento.
Cuando pretendes que guardar los problemas o lo que escapa a tu control en una gaveta del escritorio los hará desaparecer.
Cuando la indecisión nubla tu visión objetiva de la situación.
Cuando idealizas a quien deberías humanizar.
Cuando esquematizas en tu mente un gran mapa en el que no logras identificar nada, ni puedes unir dos caminos.
Cuando tienes opciones y no prioridades.
Cuando te confundes y no distingues quién importa más.
Cuando te hace sentir bien el hecho de que haya una persona ahí, siempre, para hablar en difícil, para sentir lo mismo juntas, para escribir algo de a dos, para escuchar una música o decir palabras que llevarán en el corazón por la eternidad...
Cuando la persona que importó, que importa y que quizá siempre importará tiene un pie en un país al otro lado del mundo.
Cuando realmente no hay decisiones que tomar, no hay nada que analizar, no hay nada que pensar, no hay nada más que recordar, y sin embargo hay mucho para olvidar. Por que lo que no es, no es. Y no será.
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Para bien o para mal.
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