La situación se me va de las manos.
Los momentos se tornan tormentosos.
Canalizar las emociones me hace desesperarme más al no ver resultados.
La impaciencia puede convertir un momento hermoso en un total infierno.
Morderse el labio, hacer puño, romper algo, callar, golpear, mirar con cólera, correr o simplemente respirar, ya-no-arreglan-nada.
Ver la historia escrita en una página, convertir el papel inmaculado en una cueva,
en una cueva con luz pero que esconde.
Un escondite perfecto.
El perfecto escape.
Un escape perverso.
El perverso momento de sacarme de las casillas.
Sacarme el infierno de adentro.
Pero esos dos infiernos se hicieron un paraíso.
Y hoy. Hoy, como muchas veces, llueve en el paraíso.
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